
Proyectos y proyectos
Hablar de los proyectos prometidos para Valparaíso, de esos que dicen renovarán la imagen de la ciudad y traerán más pegas chorreando los bosillos de todos, es asunto delicado. Porque proyecto supuestamente innovador que surge en este puerto, es polémica segura. Y es que a algunos todavía les cuesta entender que arriesgarse con una idea en el puerto principal es dolor de cabeza fijo. Bueno, si es que efectivamente les interesa “democratizar” sus planes entre los porteños y les dan espacio para opinar.
Y no es que en Valparaíso a sus habitantes les guste vivir en la miseria, tropezarse con hoyos o no arreglar los edificios roñosos que adornan la ciudad. (No sé porqué me acordé de esa publicidad donde un papá de esos regios disfrutaba mirando las viejas casas porteñas mientras su hijo pequeño le decía “¿y te gustaría vivir ahí?”). Acá el tema es otro. Es que a esta ciudad no puede llegar cualquiera, como si hubiera descubierto la pólvora, a imponer sus súper ideas.
Si los porteños somos complicados, mañosos y nos carga que otros quieran sacar provecho de nuestra ciudad. Sí, tal vez somos un poco talibanes, porfiados o cabezas duras, pero he ahí nuestro encanto. Además que somos nosotros los que vivimos acá, no los santiaguinos que vienen el fin de semana a carretear o los gringos que se pasean despistados por la plaza Aníbal Pinto.
Me imagino por ejemplo el dolor de cabeza que debe tener el seremi de Transportes con el famoso Transvalparaíso. Yo le pregunto ¿usted sabe para dónde va la micro? Espero que sí, porque es porteño ¡y del cerro Placeres! Para la mayoría es difícil entender tanto cambio de recorrido, si el plan parece un experimento que va tomando forma sobre la marcha. Al parecer quien lo diseñó no conoce la idiosincracia del porteño, que le gusta hacer parar el bus en cualquier parte y ojalá el paradero esté en la esquina del boliche donde siempre va a comprar. Es cierto, urge un cambio, pero no de esta manera. Mi humilde opinión: debieron partir con paraderos diferidos, después el resto.
Otro proyecto raro, es la famosa Caleta Portales. ¿Alguien entiende qué se quiso hacer ahí? Se supone que las autoridades hace un par de años prometieron que todos los porteños podrían ver el mar. Bueno, resulta que con el armatoste de madera -que se ha podrido ya ¿dos veces?- nadie ve ni una ola. Más encima es estéticamente feo, mejor hubieran dejado todo como antes.
Y volviendo al tema de las vistas. Resulta que hace unos años, ante la proximidad de la entrada en vigor del nuevo plan regulador, nadie sabe cómo, en tiempo récord, se aprobó la construcción de edificios en el borde costero y otras zonas del plan. Así, varias torres han ido apareciendo dejando a cientos sin poder ver una puesta de sol. Nobleza me obliga a reconocer que durante un tiempo viví en uno de esos edificios, pero me di cuenta de mi error y me cambié a una casa que no molesta a nadie.
Esa mismo mea culpa deberían hacer varios que se creen porteños ¿o aporteñados?.