Valpina

Monday, November 26, 2007

Volveremos

volveremos, volveremos

volveremos otra vez

volveremos a ser grandes,

grandes como los Panzers

Friday, November 02, 2007


Cerro de verdad Alegre

Una vez un universitario viñamarino me preguntó “¿por qué en el cerro alegre anda toda la gente alegre?”. Y yo no supe qué responder. Incluso me pareció ridículo su comentario, porque era como decir que en el cerro Placeres todos sus habitantes son gozadores. Pero él insistió, y me comentó que notaba que de verdad los vecinos se veían contentos, como disfrutando de la vida.
Ese episodio pasó hace rato y no fue hasta el pasado fin de semana que lo recordé. Fue después de una mega fiesta a la que fui en la calle Lautaro Rosas con la que un variopinto grupo de inquilinos, decidió celebrar el cumpleaños de uno de ellos. La producción de aquel evento fue en serio. Con varias semanas de anticipación hicieron el set list de canciones para bailar y hasta repartieron un flyer virtual. Y para que todos quedaran conformes, dividieron la vieja casona en dos ambientes, uno panchanguero y otro anglo. Si hasta prepararon distintos tipos de ponches con frutas para agasajar a los visitantes.
Tres chilenos, un francés y dos suecos conformaron el equipo organizador de aquel carrete del que todavía se habla en el cerro. Recuerdo que por ahí pasaron especímenes de todo tipo: muchos estudiantes extranjeros, santiaguinos, gente que venía especialmente desde el Sur de Chile, chicas alocadas que se tomaron la pista al son de “Maldito amor” de Supernova y porteños románticos que luego de varias copas se pusieron a gritar a todo pulmón “¡eseaeneee”! como si de verdad Wanderers diera motivos para celebrar.
Era muy chistoso ver a los gringos vacilar con Los Prisioneros, repitiendo a todo pulmón: “¡hey, mujeres!” (estribillo de “Corazones rojos”, para los que no lo recuerdan), sin entender mucho lo que decía. O cuando saltaban diciendo “¡puto!”, mientras la canción de Molotov retumbaba por toda la casa.
Me contaron después que estuvieron enfiestados hasta como las siete de la mañana. Mi pareja y yo nos retiramos un par de horas antes, es que nunca me ha gustado quedarme al espectáculo final, cuando los curaditos se ven patéticos y las caras de trasnoche son de miedo.
Mejor quedarse con la sensación de que el cerro es Alegre de verdad.

Monday, August 27, 2007



¿Merluza, dónde estás?

Mi cabeza ha estado en todas y en cualquier parte en el último tiempo, y entre mis pensamientos peregrinos va y viene la merluza. Sí, ese pez, tan poco valorado tiempo atrás y que hoy está convertido en todo un lujo debido a su escasez, mantiene mis neuronas ocupadas a ratos.

¿Cómo estar ajena al drama de cientos de pescadores que dan la pelea sin que nadie los apoye de verdad? Si ni los estudiantes universitarios salieron a la calle para protestar con ellos, y el gobierno piensa que cumplió con un bono de cien lucas y una canasta familiar por cuatro meses.

Pero si alguien cree que el asunto termina ahí, con promesas de estudios para buscar el "recurso" por allá donde lo depredan las grandes empresas, está muy equivocado.

Una imagen me hizo pensar en que esto está recién comenzando. Salió en La Tercera luego de la temeraria protesta de la semana pasada. Sobre la pasarela de Portales los pescadores le daban con palos a los pacos y ellos se defendían con sus escudos y sus lumas. Parecía una imagen de la película "300", esa que cuenta la batalla que los espartanos le dieron a los persas. En esa historia sólo uno se salvó ¿cuántos sobrevivirán en nuestras caletas?

Mientras añoro un rico plato de merluza de día sábado, de esos que me repetía hasta que no quedaban más colitas, pienso en la frase de un pescador: "algunos están pensando en salir a robar". ¡A robar! tal como lo hacen los dueños de las pesqueras, esas que tienen en su directorio a los grandes legisladores de nuestra patria.

Como no creo en las promesas gubernamentales y temo que la guerra de los pescadores está casi perdida, invoco al gran dios Neptuno para que nos devuelva la merluza y se las quite a las transnacionales.

Saturday, May 05, 2007




















Versos que emocionan







Cuando tenía 12 años, un tío que vive en Europa me dedicó los versos que están a continuación. Ordenando el otro día los encontré. Tienen que estar aquí.




Ahora seré aire de cerros
de mis cerros
estaremos con el fondo azul
con el mar de costumbre
subiremos a pie o en ascensor
-si funciona el ascensor
nos cansaremos menos-
las miradas estarán arriba
en el auditorio o en la calle Latorre
en el muro se detendrá la micro
si es que alguien la espera
la calle estará solitaria
o habrá perros jugando
o los nuevos niños
repetirán nuestra pasada niñez.
Tendremos libre una tarde
mejor que sea un siglo
para no separar
nuestra conversación
nuestro afecto
tendrá que durar
con la abuelita en el cementerio
con nosotros en tus sueños
con un cielo guardado
con un cielo que crece
y crece por ti.



Monday, February 19, 2007














Lluvia que limpia

“:/Llueve sobre la ciudad porque te fuiste y ya no queda nada más:/”.
El coro de “Llueve”, primer single de “Vida de perros” de Los Bunkers, me acompañó durante toda la jornada de ayer. La verdad es que ha sido mi himno estas últimas semanas, como si inconcientemente estuviera llamando al chaparrón. Y por suerte llegó para limpiar todas las malas vibras acumuladas en esta ciudad desde la fatídica explosión del sábado 3 y que aumentaron al triple luego del incendio del restaurante Paola en El Almendral la madrugada del miércoles. ¡Gracias San Isidro por lavarnos el espíritu!
Creo que nunca había disfrutado tanto de una lluvia como ayer. Debo reconocer que le tengo terror a los temporales, es un trauma infantil, desde que una vez el agua amenazó con inundar mi casa. Fue una noche en que estaba sola con mi mamá. Mientras ella intentaba desesperada destapar el desagüe, yo trataba de rezar sin lograrlo. Tenía cinco años.
No sé si será sólo una sensación, pero siempre he creído que cuando cae agua en Valparaíso, la ciudad bota una buena cantidad de mala onda. Estoy hablando de precipitaciones suaves, no de diluvios que se llevan vidas, casas y autos. En esos casos la naturaleza llega a ser feroz. Pero una mojadita piola, que nos despierte, que nos haga correr para llegar a la micro, que limpie las calles y que refresque este verano atosigante, es relajante.
Ojalá esta lluvia calme algunas pasiones desatadas entre las autoridades locales. ¡Cómo se agarraron del moño esta semana!. De pronto, un alcalde que siempre se había caracterizado por su apatía y mal humor, para algunos se alzó a la categoría de ídolo. No pasa inadvertido que una autoridad le haga asco a las cámaras cuando todos los noticieros están transmitiendo desde Valparaíso, que le suba la voz al Gobierno y que varios días después siga despotricando contra las autoridades centrales. ¡Y también contra los empresarios!. Valiente. Más aún si salpicó a varios de sus “camaradas” y a otros tantos colegas de la Concertación.
Ayer el agua tapó los escalones. Algunas calles se convirtieron en ríos. Los perros pasaron frío y los gatos salieron disparados buscando refugio. El mar se revolvió, los árboles se movieron de un lado a otro, algunos dejaron caer sus ramas. Y a mí me dolieron las rodillas horas antes de que lloviera. Igual que a las viejas.
Dicen que es culpa de El Niño, o del calentamiento global del planeta. Yo digo qué rico, hacía falta algo que rompiera la fatídica rutina.

Tuesday, February 13, 2007




Ciudad que duele

Con una amiga nacida en la subida Márquez llegamos a la conclusión de que los porteños somos medio fatalistas. Siempre andamos con la sensación de que en cualquier momento algo terrible va a pasar, con el miedo a que un incendio, un temblor o un temporal nos va a dejar en el suelo otra vez. Es más, podría apostar que hasta en lo más íntimo, quienes nacimos en este Puerto, actuamos así, esperando siempre lo peor. La tragedia es una especie de nube que llevamos en nuestras cabezas y ya nos acostumbramos a vivir con ella.
Pero a pesar de eso, que siempre andamos presagiando calamidades, lo que ocurrió el sábado 3 de febrero en calle Serrano no lo imaginamos ni en las peores pesadillas. Cuatro muertos, dos desaparecidos, familias que lo perdieron todo, comerciantes que quedaron en la ruina. Todavía tengo un nudo en la garganta. Todavía veo todo gris. Si para mí, que no sufrí ninguna pérdida personal, la semana fue difícil, no puedo ni siquiera dimensionar cómo fue para los afectados. A todos ellos un abrazo.
Esta tragedia dejó varios puntos en evidencia. Algunos buenos, otros re malos. De los positivos: los bomberos otra vez se lucieron trabajando, echándole pa’ delante con lo poco que tienen. Los comerciantes demostraron tener una garra increíble, la misma que a sus antecesores les permitió forjar este Puerto y las muestras de solidaridad no han cesado.
Lo malo, otra vez la negligencia, la demora en la reacción. El gobierno tardó una semana en hacerse parte de la querella que la municipalidad interpuso de inmediato, dos días después de la explosión. ¿Por qué esperar tanto?.
Muchos han hablado de la necesidad de tomar precauciones, que se debe saber el estado real de cada edificio patrimonial. Pero resulta que hace dos años, Bienes Nacionales anunció un proyecto que consistía en revisar cada uno de los inmuebles del casco histórico para evitar un derrumbe. Esto se dio a conocer justo después del incendio que destruyó el edificio Severín, el que todavía no ha sido recuperado, como se prometió. Se supone que especialistas, entre ellos Bomberos, hicieron ese trabajo, ¿dónde está?, ¿se aplicó?.
Y acá no se trata sólo de evitar que una mole de adobe y cemento se venga abajo. No. Se trata de resguardar algo mucho más potente, cuidar el lugar donde viven los porteños, donde trabajan los porteños, donde aman los porteños, donde sueñan los porteños, donde nace la magia. Eso que sí es Patrimonio de la Humanidad. Podrán prometer millones, podrán llover inversores, pero si no entienden eso, nada podrá cambiar y las tragedias no pararán.

Monday, February 05, 2007





Gris, Valparaíso está gris, más gris que nunca

Desde las 8.30 AM del sábado 3 de febrero






Escaleras mil


Las porteñas siempre nos jactamos de que tenemos buenas piernas ¿o no, señora? Claro, si con los escalones que subimos y bajamos todos los días… Ese es otro detalle del que nos podemos enorgullecer las habitantes de Valparaíso, el no necesitar agotadoras sesiones de step para sacar suspiros con una coqueta mini.
En este Puerto debe haber cientos de escalas. Y debe ser difícil conocerlas y recorrerlas todas. Pero si uno vive en el cerro, seguro tiene una predilecta que al menos baja todos los días. En ese momento se agradece que arreglen los ascensores para evitar subirlas.
Ahora que vivo en el cerro Alegre por donde más paso es por el pasaje Bavestrello, que es bien corto la verdad. Pero puchas que es resbaloso. Tengo un amigo, que en una noche de juerga no sabe cómo llegó tan rápido a la parte baja. Después le tuvieron que contar que rodó. Dicha historia ha variado tanto, que hasta dicen que voló, pero que se paró como un héroe al final. Quien sabe si será verdad, pero chistoso sí que es.
Mi preferida es la escala Buffon, que une Baquedano con la calle Monjas, en el cerro del mismo nombre. Esa sí que la tenía que subir y bajar, especialmente en mi época de estudiante, cuando la plata de la micro me la gastaba en otra cosa. Y a veces simplemente no tenía para pagar el pasaje, así que a caminar no más. Lo peor era cuando tenía que ir a buscar a mi hermana al colegio. A ella le cargaba andar a pie y me veía obligada a inventar los más ridículos juegos para convencerla. Subíamos cuatro escalones, nos devolvíamos uno, entonando una canción que inventamos. Era interminable.
En las escalas porteñas en realidad pasa de todo. Los cabros arman carretes, asaltan, algunos sacan a relucir todas sus morbosidades, los rincones los transforman en urinarios y los vecinos en las noches salen a disfrutar del fresco.
Lo más simpático de andar por las escalas es toparse con las señoras que bajan con condoritas corriendo y cuando llegan al plan se ponen los tacos pirulos. ¿Las han visto?
Escalas peligrosas hay varias. En el mismo cerro Monjas está el pasaje La Paz, entre la calle 18 y Baquedano. Ahí una vez me amenazaron con un cuchillo, me salvé de que no me “pegaran un corte” sólo porque un perro se puso a ladrar. En otra ocasión un degenerado intentó darme un “agarrón”. Por suerte reaccioné y le di un empujón que le impidió tocarme.
Nunca he andando por ahí, pero cuentan que una clásica entre las “pelúas” es la famosa Calahuala en el cerro Barón. Hubo un wanderino que en una ocasión se las quiso dar de choro. Iba con su esposa bajando a altas horas de la madrugada, pasado de copas, y se puso a gritar “que salgan los de la Calahuala, acaso no son malos, vengan po”, decía. Sus palabras fueron escuchadas y uno a uno empezaron a aparecer esos malulos que llamaba. Obligado a correr con su mujer. Ella lo retó hasta el día de su muerte, mientras él se vanagloriaba ante sus nietos por la hazaña.