
Navidad en La Isla
Bryan tiene seis años y es uno de los socios más participativos de la biblioteca infantil El Rinconete del Genio, ubicada en la población La Isla de Rocuant. Es inquieto, flaco y preguntón. Lo conocí hace unos días cuando participé en la fiesta navideña que les organizó el Colegio de Periodistas de Valparaíso. Los reporteros les llevaron muchos libros, regalos y, obviamente, al querido Viejito Pascuero. Junto a Bryan llegaron cerca de sesenta niños típicamente porteños: Con rostros quemados por el sol, manos sucias de tierra -en la punta del cerro las calles no conocen el pavimento- y con viejas pelotas de fútbol y varios perros callejeros a cuestas.
Recuerdo que Bryan me preguntó para qué tantos libros. Con desilusión comentó : "¿y estos son los regalos?". Acongojada, no me quedó otra que decirle que sí -no había juguetes de moda en las bolsas- pero lo convencí de que a través de esos textos podía conocer otros mundos, abrir su mente y transportarse a esos lugares que sólo la imaginación puede contener. Lejos de la precariedad de su barrio, donde el agua es un bien escaso y los peligros están a la vuelta de la esquina. El escuchó con atención. Dejó su pistola de agua a un lado por un rato y siguió atento los consejos que dio el Viejito después.
Quedó encandilado con el visitante del Polo Norte. Tanto, que cuando el Viejito debió partir, Bryan lo acompañó hasta el vehículo que lo trasladaba. Me descuidé sólo unos segundos, y el juguetón niño saltó a las faldas de su amigo de barba blanca diciendo con ímpetu "¡yo me quiero ir contigo Viejito!". No lo podía bajar. Pero tenía que partir, había otros compromisos que cumplir, otros regalos por entregar. Pero Bryan no entendía eso. Logré convencerlo, pero después salió disparado detrás del auto, llamando a su Viejito.
Nunca más se borrará esa imagen de mi mente. Quedó grabada como uno de los episodios más memorables de mi vida. Y no por lo feliz. Me conmoví hasta los huesos, sin dejar de pensar en lo poco que cuesta darle alegría a un niño. Y lo rápido que esos momentos se esfuman.
Quizás no sea esta la mejor postal porteña. Pero sí es optimista (espero). Porque allá arriba, en la punta del cerro, sí hay esperanzas. Y nada tienen que ver con los conflictos bajo la avenida Alemania, donde a veces los porteños perdemos el Norte pensando en que las inversiones de tal empresa o de tal autoridad nos darán mejor vida a futuro. Me pregunto ¿eso a quién favorece? ¿Ayudará a Bryan y a todos los niños del Rinconete del Genio?.
Allá los $500 por pasaje de ascensor se gastan en un kilo de pan. Y los niños son felices con un ajado cuento entre las manos.
¡Feliz Navidad al Rinconete del Genio!.
Jojojo.
2 Comments:
Hola Valpina, visita mi blog y deja tu post.
Con cariño
Sir Thomas Lock Essea
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Sir Thomas Lock Essea, at 1:02 PM
Bienvenido sir Thomas al mundo bloggero. Si nadie te lee, no te preocupes, es lo de menos. Lo más importante es entretenerse. Ah! y no te pongas tan triste con la Navidad. A mí tampoco me gusta demasiado, pero es sólo un día del año. Por suerte.
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Valpina, at 4:24 AM
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